Hoy un ejemplo hispano de novela de espada y brujería. De la mano de dos de los más famosos autores de ciencia ficción en lengua española y pioneros del género: Luis Vigil y Domingo Santos. Se trata del primer número de Nomanor titulado “El mito de los Harr”. Lo editó Buru Lan en el año 1971. La portada es de Enrich y la portadilla interior en blanco y negro de Esteban Maroto.
A continuación coloco dos fragmentos:
“Los staal son los animales más temibles de las montañas, debido tanto a su gran fortaleza como al poder de su afilado pico, capaz de partir en dos a un cuerpo humano con una sola presa. Sólo tienen un punto vulnerable, la parte baja de su cabeza, allí donde termina el pico y se inicia el cuello. Aquel lugar buscó Nomanor para atacar, pero era uno de los puntos más inaccesibles de aquel cuerpo alado que se movía sin cesar y planeaba sobre é1 y picoteaba agresivamente, como sólo los staal saben hacer. Nomanor fintó y esquivó, esgrimió la espada y golpeó sin éxito aquel cuerpo agitado que intentaba atraparlo, en un fallido intento de atravesar la dura coraza de sus plumas. El staal lanzó un poderoso graznido y lanzó una vez más su pico. El guerrero interpuso su espada entre su cuerpo y los aserrados bordes que parecían unas tenazas. Se oyó un poderoso chasquido metálico; Nomanor sintió vibrar su mano y contempló la dura hoja de su acero limpiamente partida por la mitad. Marcados quedaban en el metal los dientes del staal, un enemigo al parecer invulnerable.
El staal lanzó un graznido de salvaje alegría y se elevó un poco en su planeo, preparándose para tomar impulso y realizar el ataque definitivo. Nomanor lanzo lejos la espada, buscó su hacha de doble filo en el cinto y la esgrimió. Esperó el ataque a pie firme. Nunca supo cuánto tiempo duró aquella lucha. El staal era una acorazada arma de destrucción, y Nomanor sentía que las fuerzas iban agotándosele. El hacha se le antojaba de plomo en sus manos, y cada golpe era más débil. El ave, notando el cansancio de su enemigo, redoblaba sus ataques, lanzándose en verdaderos picados, abalanzándose una y otra vez. En una ocasión, Nomanor resbaló cayendo de rodillas, y el arma se escapó de sus manos y resbaló a unos largos de distancia.
El staal se elevó en el aire y desplegó al máximo sus alas, preparándose para rematar a su victima. Alargó el cuello, abrió el pico, y su boca fe una enorme y rojiza caverna donde vibraba el apéndice córneo de su lengua.
Nomanor comprendió que el hacha estaba demasiado lejos como para que le fuese útil, y se sintió perdido.
– La lanza – musitó una agitada voz a su lado –. ¡Es lo único que puede servir...!”
“– No me importa – dijo ella –. Tú me salvaste la vida. Ahora te pertenezco.
– No digas estupideces. Hubiera ayudado a cualquiera que se hallase en tu misma situación.– Ella dejó el pellejo del agua a un lado, se levantó, avivó el fuego y vino al lado de Nomanor.
– Te pertenezco – repitió.
Nomanor sintió una extraña sensación en su pecho. Las cambiantes llamas de la hoguera danzaban en los oscuros pozos de sus ojos. Zovana, dijo una voz en su interior. Quiso apartar aquel pensamiento de su cabeza. Recordó sus palabras de hacia un momento: «Soy un nómada, nunca me he detenido demasiado tiempo en un mismo sitio y no pienso hacerlo nunca.» Pero, pocos días antes, en Paidol, hubiera renunciado a todo aquello por el amor de una mujer, convirtiéndose en un sedentario si ella se lo hubiese pedido. Y por eso había huido a las montañas, para escapar de su recuerdo, para escapar de si mismo.
– Narana – musitó, pero en su interior resonaba otro nombre.
La abrazó, y sintió el cálido contacto de su piel bajo la otra piel, y notó el aliento de ella muy cerca de su oído. Hubiera querido dejar de pensar, olvidar que era otro cuerpo el que deseaba y no aquel cuerpo núbil, pero no podía, y se sintió miserable por ello. Más tarde, en la oscuridad de la caverna, sintiendo la regular respiración de ella a su lado y el calor de su cuerpo junto al suyo, hubiera deseado llorar y golpear las paredes a un tiempo, y gritar y herir y matar, tan sólo para ahogar el sentimiento que le dominaba. Porque no podía olvidar cómo ella lo había abrazado y besado, y él la había sentido tan pequeña y tan frágil y tan desvalida, entre sus brazos, mientras la oía murmurar en sus oídos cálidas palabras que no comprendía exactamente. No podía olvidar que ella era ella, mientras que él había deseado que fuera otra, y aquello lo había hecho sentirse sucio.
Porque Narana era virgen.”
“Los staal son los animales más temibles de las montañas, debido tanto a su gran fortaleza como al poder de su afilado pico, capaz de partir en dos a un cuerpo humano con una sola presa. Sólo tienen un punto vulnerable, la parte baja de su cabeza, allí donde termina el pico y se inicia el cuello. Aquel lugar buscó Nomanor para atacar, pero era uno de los puntos más inaccesibles de aquel cuerpo alado que se movía sin cesar y planeaba sobre é1 y picoteaba agresivamente, como sólo los staal saben hacer. Nomanor fintó y esquivó, esgrimió la espada y golpeó sin éxito aquel cuerpo agitado que intentaba atraparlo, en un fallido intento de atravesar la dura coraza de sus plumas. El staal lanzó un poderoso graznido y lanzó una vez más su pico. El guerrero interpuso su espada entre su cuerpo y los aserrados bordes que parecían unas tenazas. Se oyó un poderoso chasquido metálico; Nomanor sintió vibrar su mano y contempló la dura hoja de su acero limpiamente partida por la mitad. Marcados quedaban en el metal los dientes del staal, un enemigo al parecer invulnerable.
El staal lanzó un graznido de salvaje alegría y se elevó un poco en su planeo, preparándose para tomar impulso y realizar el ataque definitivo. Nomanor lanzo lejos la espada, buscó su hacha de doble filo en el cinto y la esgrimió. Esperó el ataque a pie firme. Nunca supo cuánto tiempo duró aquella lucha. El staal era una acorazada arma de destrucción, y Nomanor sentía que las fuerzas iban agotándosele. El hacha se le antojaba de plomo en sus manos, y cada golpe era más débil. El ave, notando el cansancio de su enemigo, redoblaba sus ataques, lanzándose en verdaderos picados, abalanzándose una y otra vez. En una ocasión, Nomanor resbaló cayendo de rodillas, y el arma se escapó de sus manos y resbaló a unos largos de distancia.
El staal se elevó en el aire y desplegó al máximo sus alas, preparándose para rematar a su victima. Alargó el cuello, abrió el pico, y su boca fe una enorme y rojiza caverna donde vibraba el apéndice córneo de su lengua.
Nomanor comprendió que el hacha estaba demasiado lejos como para que le fuese útil, y se sintió perdido.
– La lanza – musitó una agitada voz a su lado –. ¡Es lo único que puede servir...!”
“– No me importa – dijo ella –. Tú me salvaste la vida. Ahora te pertenezco.
– No digas estupideces. Hubiera ayudado a cualquiera que se hallase en tu misma situación.– Ella dejó el pellejo del agua a un lado, se levantó, avivó el fuego y vino al lado de Nomanor.
– Te pertenezco – repitió.
Nomanor sintió una extraña sensación en su pecho. Las cambiantes llamas de la hoguera danzaban en los oscuros pozos de sus ojos. Zovana, dijo una voz en su interior. Quiso apartar aquel pensamiento de su cabeza. Recordó sus palabras de hacia un momento: «Soy un nómada, nunca me he detenido demasiado tiempo en un mismo sitio y no pienso hacerlo nunca.» Pero, pocos días antes, en Paidol, hubiera renunciado a todo aquello por el amor de una mujer, convirtiéndose en un sedentario si ella se lo hubiese pedido. Y por eso había huido a las montañas, para escapar de su recuerdo, para escapar de si mismo.
– Narana – musitó, pero en su interior resonaba otro nombre.
La abrazó, y sintió el cálido contacto de su piel bajo la otra piel, y notó el aliento de ella muy cerca de su oído. Hubiera querido dejar de pensar, olvidar que era otro cuerpo el que deseaba y no aquel cuerpo núbil, pero no podía, y se sintió miserable por ello. Más tarde, en la oscuridad de la caverna, sintiendo la regular respiración de ella a su lado y el calor de su cuerpo junto al suyo, hubiera deseado llorar y golpear las paredes a un tiempo, y gritar y herir y matar, tan sólo para ahogar el sentimiento que le dominaba. Porque no podía olvidar cómo ella lo había abrazado y besado, y él la había sentido tan pequeña y tan frágil y tan desvalida, entre sus brazos, mientras la oía murmurar en sus oídos cálidas palabras que no comprendía exactamente. No podía olvidar que ella era ella, mientras que él había deseado que fuera otra, y aquello lo había hecho sentirse sucio.
Porque Narana era virgen.”
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2 comments:
La primera novela de espada y brujeria española, segun los mismos autores. Estaban programados 8 volumenes, pero por una prohibicion ministerial solo se pudieron publicar los 2 primeros.
Hay una version en comic de la mano del mismo Maroto aparecido en algun numero de la revista de comics de terror Panico.
Gracias por la información amigo Rowlf.
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