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jueves, abril 30, 2009

A CARMEN BRAVO-VILLASANTE NO LE GUSTABAN LOS TEBEOS.

Estos días ha caído en mis manos un libro de la insigne Carmen Bravo-Villasante, una reconocida filóloga, folclorista, traductora y compiladora de todo lo referente a la literatura infantil. El libro se titula Historia de la literatura infantil española, es la cuarta edición de 1979 corregida y ampliada, la primera es de 1957, está editado por la Editorial Escuela Española. En el capítulo XIX dedicado a la prensa infantil contemporánea y con el siguiente encabezado:
Gente Menuda. – Los Muchachos. – El TBO, la revista que dio nombre a los actuales periódicos para niños, los “tebeos”. – Pinocho, Pulgarcito, Bazar y sus colaboradores.

Me encuentro el siguiente texto, el que está a la derecha de la portada del libro:






Bueno, y como me ha resultado tan guasona la mujer lo redacto a continuación y marco en negrita unas perlas que me han dejado noqueado:

El TBO perdura hasta nuestros días con sus divertidas ocurrencias y chistes y sus consabidos y graciosos tipos de la clase media española: el oficinista que recibe a comer en su casa al jefe, los miembros de la familia Regúlez que van de merienda al campo, la portera que va a cobrar el piso de los Pérez y sus extravagantes peripecias, la señora Cascarrabias y sus desventuras con la rústica criada..., escenas de sainete, de Arniches, y tipos y costumbres madrileñas.
Macaco (1928), Juventud, A E I y otros tantos son los periódicos infantiles de esta época.
En la actualidad
(se supone que esto está escrito en 1957) se publican muchísimos semanarios infantiles, de parecido estilo y papel, es decir, mediocres. Predomina lo gráfico, la historieta animada que suplanta a la literatura. El tebeo es una serie de imágenes coloreadas, de nuevo una linterna mágica, una mala imitación del cine. El tebeo se ha convertido en un papelucho sin ambiciones estéticas, que sólo intenta atraer al pequeño lector para que se gaste sus cuartos.
Frente al excesivo didactismo del siglo XIX se opone una literatura desenfrenada de crímenes, “gángsters” y otros horrores. Hoy día en todo el mundo juntas de padres y organismos oficiales se preocupan por la situación de la prensa infantil.
No hemos de negar que en algunos semanarios hay parciales aciertos; pero como ninguno destaca de manera especial, mencionaremos solamente los nombres de los principales periódicos infantiles: Jaimito, La Risa, El DDT contra las penas, Paseo Infantil, Pumby, Florita, Balalín y una serie de Acción Católica, como Maravillas, Volad, Trampolín, El Ángel, Mariló, etc., todos ellos en la línea del TBO tradicional, con chistes y ocurrencias y dibujos animados de animales a lo Walt Disney.


Bravo-Villasante hace hincapié en varias ocasiones a lo largo del libro, que lo realmente importante, primordial y necesario para los niños es la literatura y hecha de menos ese tipo de prensa didáctica y moralista con la que educaron a los niños pera en las postrimerías del siglo XIX. En el mismo capítulo y haciendo referencia a la Ciencia Ficción, ¡templen los nervios los fans de Diego Valor! continúa diciendo la buena señora:

Hoy día en la mayor parte de los semanarios se cultiva un género especial de literatura, que sólo tiene antecedentes en las imaginaciones científicas de Julio Verne, pero que las supera en fantasía; la literatura sobre temas interplanetarios, que tiene por base los últimos descubrimientos y experiencias atómicas. Los protagonistas son habitantes de la Tierra, de Marte, de Júpiter, de la Luna, que en magníficas fortalezas aéreas viajan a través del espacio a velocidades supersónicas. Poseen aparatos extrañísimos, que les permiten oír a distancias enormes; pueden manejar fabulosos elementos de destrucción y transmitir órdenes de planeta a planeta. El representante de todas estas tendencias es el semanario Diego Valor, piloto del futuro, de escaso mérito literario, pero que apasiona a los niños como en otros tiempos Amadís de Gaula, Pulgarcito, Robinson y Pinocho. Es un héroe, un superhombre (precisamente Superman se llama otro semanario infantil). Este héroe cruza el espacio sin necesidad de alfombra mágica como los magos orientales, y tiene una visión penetrante gracias a unas gafas especialmente fabricadas que le permiten ver a través de los cuerpos opacos (la bola de cristal de los magos también está anticuada). El niño siente un entusiasmo delirante por Diego Valor (y aquí me acuerdo de la película El coche de pedales dirigida por Ramón Barea en el año 2003) y toda la serie de “viganes”, “artiles” y demás nombres raros de los habitantes de otros mundos que ya le son familiares. Si un día el periódico de adultos anunciase que estos personajes estaban en la Tierra, al niño le parecería la cosa más natural. Así como antes creía encontrar brujas y hadas por el pasillo de su casa y se estremecía de miedo si alguien gritaba: «¡El ogro! ¡Que viene el ogro!», ahora piensa que a la vuelta de la esquina va a encontrarse un habitante de la Luna ataviado con la extraña vestimenta con que le representan en los tebeos. Los aparejos de la pesca submarina: aletas, careta respiratoria, tubo de salida, arpón, también le han familiarizado con el mundo del fondo del mar. Con todo, la mitología marina ha quedado anticuada: tritones y sirenas ya no representan nada. Me temo que tampoco las hadas y los duendecillos, que hasta hace poco les gustaban tanto. Los personajes interplanetarios, los superhombres de otros mundos son los preferidos. ¡Qué pena que no haya buenos escritores que escriban sobre estos asuntos! Parece como si la imaginación y el buen estilo literario estuviesen disociados. Esperemos que algunos se decidan a escribir para los niños y logren buenos y bellos libros para la literatura infantil.”

Bien, es sabido que nunca llueve al gusto de todos, y si ahora nos quejamos de que nuestros hijos no leen por culpa de la televisión y de los video-juegos, vemos que una de las malas influencias para la infancia de los años cincuenta según Carmen Bravo-Villasante… ¡fueron los tebeos!.

5 comments:

JD dijo...

Me parece demencial y totalmente arbitrario lo que dice esta filóloga, que, por cierto, conozco en parte.
Yo también soy filólogo y opino justo lo contrario que la señora Carmen. Y no soy el único. Hay muchos filólogos, estudiosos y escritores que ensalzan, estudian y defienden los tebeos españoles y el cómic en general. Gente como Fernando Savater y Javier Marías, que son precisamente dos autores muy cultos y eruditos, han valorado con buenos argumentos la novela popular y los tebeos.
Es verdad, no obstante, que existen muchos intelectuales que piensan como Carmen Bravo, pero quería resaltar que también hay un buen número que se sitúa en el lado contrario.
De hecho, ahí están las universidades que están apoyando la candidatura de Carlos Giménez para el premio Príncipe de Asturias.

Dionisio Platel dijo...

Encantado con tu comentario Jesús. Lo que a mi me parece es que Bravo-Villasante opina desde el desconocimiento, ella odia los tebeos por lo que son y por el gancho que tenían en esa época en detrimento de la literatura infantil que es lo que le interesa a la señora, pero creo que nunca se acercó a ellos ni leyo ninguno, solo hay que leer lo que dice sobre DIEGO VALOR, no hace otra cosa que meter la pata.

JD dijo...

Tienes razón, Dionisio. La verdad es que del desconocimiento al desprecio sólo hay un paso.

Por cierto, felicidades por las entradas de Tebeosfera: ¡son magníficas! ¡Y lo que aprendo!

Un abrazo.

Anónimo dijo...

>>>la primera es de 1957>>>

Yo creo que es de 1959.

(La de 1957 sería la de Carolina Toral en Coculsa).

JC
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Dionisio Platel dijo...

No lo se, ya que el libro que tengo yo unicamente pone que es de 1979 y aparecen cuatro prólogos de anteriores ediciones, el primero va fechado en 1957.